Tuesday, October 2, 2007

Los trabajadores

Tomé la guagua, como llaman los caribeños al bus, justo donde se levanta un enorme cartel de Donald Trump. Sonríe y asegura lujo, exclusividad, rodearse de gente bella, es decir, la felicidad. Aunque se ve tanto su sonrisa estampada en nuevas construcciones que lo de exclusividad le será cada día más difícil de vender a quienes comercian su nombre.

Quería ir del sector norte de Miami Beach al centro de la ciudad de Miami. Aunque son escasas millas el viaje tomó dos horas y siete minutos. Pero fue un viaje interesante. Un encuentro con nuevos inmigrantes, obreros indocumentados que aun no pueden comprar un auto. El bus iba lleno de centroamericanos, cubanos, haitianos, pintores, panaderos, empleadas domésticas, albañiles, una gama de gente que impartía a la tórrida tarde su olor a trabajo, el color de sudor seco y lunares de pintura. También viajaban jóvenes de Europa oriental y central, rusos, polacos, albaneses y uno que otro africano. Más de la mitad de los pasajeros dormía. La otra mitad hablaba por el teléfono celular sobre la cena, las cuentas por pagarse, el trabajo del día siguiente, la tía enferma y la vecina entremetida.

Un polaco hablaba con la novia. ¿Cómo lo sé si no hablo polaco? Por el tono de voz aterciopelado que de a poco se hizo gritos que de a poco se hicieron secretos susurrados. Y el polaco le cantó una canción de los Beatles a su novia en polaco. Y los latinos, aunque no entendimos la letra, entendemos de emociones, y apreciando el gesto al terminar el polaco su canción, claro, le aplaudimos.

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