Friday, October 26, 2007
New York ama la libertad
¿Quién no se habrá sentido algún momento interesante al caminar por las calles de NY, imaginando llevar de la mano a la actriz aquella (o actor) de los ojos que recuerdan al primer amor, mejor aun, al ultimo que no acaba de llegar?
Eso es NY. Un teatro, vertiginoso. Nadie camina tan rápido, habla tan rápido, ni vive tan deprisa como los neoyorquinos. Aquí se trabaja duro y se juega duro, contrario a otras ciudades, digamos Washington, por ejemplo, constipadas, paranoicas. Trabajar y jugar. De la yuxtaposición nace la creatividad. Y la creatividad exige libertad. De lo último que un neoyorquino ha de prescindir es de su libertad, salvo, quizás un par de zapatos finos o un martini.
Denme la libertad o denme la muerte, dijo Quincy Adams pensando en Nueva York. Solo así se explica que cientos de hombres y mujeres hicieran cola desde temprano en la tarde un viernes hasta las siete y treinta de la noche para escuchar una serie de charlas sobre la libertad de expresión que se ve amenazada por las políticas de seguridad instituidas por el gobierno de Bush.
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